Le decía el
vencejo mayor a su padre, “papá llévame a los toros” Y ese vencejo, que pone
sonido al silencio, que trabaja sin sueldo de Pagés, escondió en el nido de la
arcada de la maestranza a sus tres retoños para que vieran lo que es el toreo.
Perro viejo el vencejo. Pues anda que no ha visto el toros en la maestranza.
Y lo que
primero les enseñó es la grandeza y el ambiente de la plaza. Porque otra vez
recuperaba Sevilla ese esplendor de feria que un día un vaso de vino en rueda
de prensa se llevó y que llenó de resaca y odio a cinco, que luego fueron
cuatro y que los años, y alguna retirada al escondite, han hecho que se pase.
Y salió el primero, y Morante se abrió con el capote. Hubo calor del tendido en los cites,
expresión del torero pero faltó la comunión perfecta. Aun así, el capote quiere
a Morante como se quiere al primer amor. Son inseparables. Hasta el vencejo
padre, se asombró en ver un tercio de varas bien ejecutado, dejando al toro en
suerte, a la distancia adecuada y viendo como el picador movía al caballo para
que el toro se arrancara con alegría. Y es que la suerte de varas bien
ejecutada es algo que el toreo no puede permitirse perder. Da pena, que el
vencejo padre se asombre por esto. Y es que, harto de ver lo mismo de siempre,
ya no se acordaba lo bonito que es ver a un toro arrancarse con alegría al
peto.
Y de esa alegría
salió un tercio de quites perfecto. Con un Julián López El Juli que arreó y un
Morante de la Puebla que salió a defender su amor.
Un amor que
no es tan fiel con la muleta. Porque el toro llegó defendiéndose y aunque
Morante se justificó falto un poco más de ambición. Por lo menos se justifica,
es algo que Sevilla tiene que agradecerle. En otros tiempos, la espada de
muerte la llevaría en la mano desde el principio. Y es que cinco tardes, son
cinco tardes.
Los jóvenes
vencejos se quedaron con ganas de ver más capote.
Antes se
dieron cuenta de que lo se ser figura es por algo. ¡Papá! , Dijo el vencejo mayor,
un poco más espabilado en lo que a toros se refiere, que los otros. “El Juli está
bien y hasta está ajustado” Razón tenía el vencejo. Y es que con este segundo
no se le puede poner peros al Juli. Bueno, si el de siempre, su fea manera de
matar a los toros. Pero la manera en la que exprimió el buen pitón izquierdo
del noble toro de Victoriano es reconciliarse con El Juli. Buenos naturales y
un cambio de mano para el recuerdo. Pese al feo espadazo, la oreja no molesta.
Tras un quite
de gran ejecución de Miguel Ángel Perera la tercero, llegó el éxtasis. Esa
golosina por toreo que los vencejos pedían. Saltaron y gritaron, se enloquecieron
con el toreo, mientras Morante pegaba la media del año, del siglo, para la
eternidad. Y fue ahí cuando el vencejo pequeño le dijo a su padre que quería
volar ahí por siempre. Y los astros se juntaron. Y la emoción inundó las
cuencas de los ojos de todos. Y en su primer vuelo, una brega extraordinaria de
Javier Ambel, oro encerrado en plata y un primer par de poder a poder de Curro
Javier que hizo que la música se arrancara para el segundo, que no fue tan
bueno, pero que la emoción lo encumbró al cielo, dónde el vencejo volaba sin
cesar, ante la emoción desbordada de su padre. La Afición, que lo puede todo.
La pena es
que este toro, se rajara a las primeras de cambio y sólo le permitiera a Perera
dar una tanda al hilo de las tablas de mucho mérito.
Y como la
tarde iba encarrilada, a Morante casi le dan los tres avisos con el cuarto. Su
empeño por no quedar mal con un toro a contra estilo le hace alargar muchísimo las
faenas. De uno en uno dejó bellos pasajes en dónde falto un armazón principal
de faena con el complicado cuarto. Otra vez un esfuerzo del de la Puebla, que
Sevilla lo agradece pero no quiere. La Maestranza está esperando esencia. Ya
quedan menos tardes.
Papá vencejo
estaba satisfecho, su hijo mayor estaba disfrutando de lo que le apasiona y su
hijo pequeño había decido seguir sus pasos. Pero en toda familia hay alguno que
lo pone más complicado. El hijo de en medio hasta ahora estaba callado. Salió
el quinto con la sorpresa de un Juli a porta gayola. Y que pena que las figuras
de ahora no están acostumbradas al bravo. Impuesto, que así se llamaba el toro,
se enceló con la cabalgadura en sus dos entradas reglamentarias. Un toro fijo,
que apretaba en el centro del peto y no atendía a los capotes de los
subalternos. Un toro bravo. Un toro que no lo puso fácil en banderillas y que
con la muleta, derrochó buenas embestidas, a pesar de su fiel lucha con el
peto. Porque el bravo no es tonto. Y el vencejo mayor le dijo a su padre ¡Con
esto no papá! Y el del medio dijo ¡Aquí lo que hay es toro! mientras volvía El
Juli a sacar la mediocridad olvidada con el otro toro. “Vaya, el callado es del
siete”, pensó el padre de los vencejos, mientras su segundo hijo, el callado, aplaudía al toro en el arrastre. Uno de los toros importantes de la feria.
Y en el
último ni Perera ni el toro de Victoriano. Porque en ese momento los tres
vencejos le pedían nido fijo en la maestranza. Y mañana Roca Rey, casi ná.
Ficha:
Plaza de
Toros de La Maestranza de Sevilla. Viernes 8 de Abril. 6ª de feria de Abril.
Toros de
Victoriano del Río, bien presentados y de juego desigual. Noble el 2º, Manso el
3º y Bravo y exigente el 5º.
Morante de la
Puebla: Silencio y Silencio
El Juli:
Oreja y Ovación
Miguel Ángel Perera:
Ovación y Silencio
Entrada:
Lleno de “No hay billetes”
Y mañana:
Toros de Juan Pedro Domecq para: Enrique Ponce, Manzanares y Roca Rey.
Por Fran
Pérez @frantrapiotoros
cada día lo haces mejor. Se nota que el periodismo taurino te motiva. Me haces recordar crónicas de antaño, donde lo de menos era lo que habia sucedido en el ruedo. Me alegro mucho de leerte a diario
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