Jesús a pesar
de saber lo que le esperaba en Jerusalén decidió atravesarla. Para él, pudo ser
más fácil irse por la periferia y predicar su palabra lejos del peligro. Pero
Jesús tomo el camino correcto, porque su historia no sería la misma si no
hubiera dado el paso al frente, y montado el borrico, darse el baño de masas entre
palmas y olivos sabiéndose prácticamente muerto con la acción realizada.
En el toreo
no están vendiendo a un Mesías. El Mesías, gran torero, sin duda alguna, pero
que ha elegido irse por la periferia a su antojo en lugar de pasar por ciudades
más difíciles, donde sabe que hay tantos fariseos como discípulos esperando ese
paso.
Ese círculo
de la comodidad, que no le quita la palabra torero, pero que hace que su
historia sea menos grande, de menos compromiso y que hace que ese calificativo
de Mesías se le quede muy grande. Porque salvar a la fiesta la salva poco y lo
que se ve más bien es salvar el bolsillo del año en dos o tres comparecencias
con lo de siempre.
Ya saben que
José Tomás torea este fin de semana en Jerez, en lugar de hacerlo en Sevilla. Y
que el día de San Juan, 24 de junio, lo hará en Alicante, en lugar de hacerlo
en Madrid. Esto produce pena. Porque estamos delante de un torero capaz de
cargarse a la panda de fariseos por naturales, de crear audiencias televisivas
de órdago y tapar la boca a esos que se creen salvadores de la lechuga.
Y nos tenemos
que conformar con dos actuaciones cerradas a precio de oro para el elitismo taurómaco
andante con compañeros que no le van a poder hacer frente en eso de ajustarse
al toro.
José Tomás ha
decidido ni tener palmas ni olivos. Y la fiesta pierde. Pero, sin quererlo, el
también. Joselito, con la tira de años muerto, sigue siendo El Rey.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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