La temporada taurina
2016 tiene un nombre, Andrés Roca Rey. Y es que el joven torero peruano no para
de cosechar triunfos. El más reciente, en la feria de Julio de Valencia,
cortando tres orejas y literalmente arrasando delante de José María Manzanares.
Y es que Roca
Rey tiene algo que la tauromaquia echaba de menos. Tiene Novedad. Dentro de un
escalafón de figuras repetitivas entra la sabia nueva arrolladora, joven y con
ganas de un peruano al que no se le ve techo.
De hecho, gran
parte de sus triunfos se basa en la emoción que percibe el espectador por su
valentía y sitio delante de los toros. Su cara de niño, porque prácticamente es
un niño con tan solo 19 años, hace que el público se rompa la camisa con el
torero.
Andrés ha
conseguido situarse a la cabeza del escalafón con su valor, cabeza y estar por
encima de las circunstancias siempre. Pero lo mejor de todo es que sabe torear.
En esta primera etapa quizá el arrojo está superando al toreo. Pero hay que ir
más allá y no quedarse en la crítica al momento. El día que se temple y saque
el toreo que sabemos que sabe hacer, cuajando por naturales encajados a un
toro, a Roca Rey ya no le va a toser nadie. Ni esas plumas pagadas por algunos
de sus enemigos con ganas de derribarlo. El día que Roca Rey toree el aura
anclada en algún torero tendrá que desplazarse hasta él. Vaya ojo el del
maestro José Antonio Campuzano.
También se le
puede achacar que siempre torea el mismo tipo de toro. En esta primera temporada
es así, pero no se puede olvidar que de novillero a Andrés Roca Rey le daba
igual uno de Jandilla que uno de Flor de Jara. Y más pronto que tarde se tendrá
que encontrar con algo fuera de lo habitual. No hay duda. También arrasará.
Ojalá el
sector a final de temporada no lo confunda y que la magia que el peruano ha
conseguido al lado de Campuzano continúe. Es de justicia.
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