sábado, 31 de diciembre de 2016

FELIZ 2017 PAPÁ

Dos mil dieciséis. Quién lo diría. Cuando la tempestad se calmó por un momento, pude disfrutar de tu último soplo de vida. Sin ser consciente de que el tiempo te apartaría de mí para siempre. Y como no, el toro en su magnífico reino natural, nos hizo disfrutar de los últimos lazos.

 De esa sonrisa de satisfacción de ver a un familiar feliz cuando tu también lo eres. Momentos que sólo el tiempo es capaz de magnificar y encuadrarlos en el corazón y en la memoria.

Luego la tormenta comenzó irremediablemente. Luchamos como posesos para que el barco se mantuviera a flote. Y hubo más sonrisas en la distancia, de esas que alimentan, como en ese viaje a Cuadri, donde volvimos a conseguir ser otra vez felices, juntos.

Pero a pesar de nuestra lucha, el agua poco a poco fue mojándonos los pies. Y entre las salpicaduras llamadas de emoción. El día que la pureza volvió a sentirse en el malherido albero sevillano y la bravura hizo historia para la eternidad. En la distancia, la conexión de la sangre se hizo presente, otra vez. Quien iba a imaginar que faltaban cinco meses.

Y por cada mueca de la vida, una deuda más que pagar a ese innombrable, que te chupa y te consume, como si de un político se tratara.

Y el agua ya llegaba por las rodillas. Agua madrileña por mayo, cuando la catedral del toreo descubrió que no era casualidad la constancia. Y que Antoñete tenía razón. Y pese a la inundación, en el mismo lugar dónde más adelante nos abandonarías para trabajar desde el cielo por la buena gente, te emocionaste y saltaste con la esperanza de volver a verlo.

Pero el agua subía sin remedio. Y pasaron los meses y cada vez más, inevitablemente, sin poder agarrarse a esa cuerda que te salva de las arenas movedizas el final del camino se veía más cerca. Jamás lo dijiste, pero tú y yo, con la mirada sabíamos que habias decido ser tragado por la tierra para ser el petróleo que moverá mi vida por el resto de mis días.

Papá cuanto se te echa de menos. Y aunque de vez en cuando te veo andando entre las nubes, o saludando a los que han brindado por ti, tu ausencia se nota. Tanto como el que tiene sed y no puede beber, tanto como el que ama y no es correspondido.

Disculpa dos mil dieciséis, pero me has quitado mucho. Mucho por querer, mucho por abrazar, mucho por reír.

Al menos he encontrado hombros dónde apoyarme, que no pueden ser iguales que lo arrebatado, pero que alimentan esa falta de abrazo y alegría que un naufragio como el vivido ha dejado en mi alma.

Feliz 2017 Papá, ya se va el 2016, dale recuerdos a Víctor Barrio. Raquel, también trata de salir a flote. Como yo. Como todos los que hemos perdido parte de nuestra vida en un año para el no recuerdo.

Fran Pérez @frantrapiotoros

2 comentarios:

  1. Amigo Fran, los sentimientos me emocionan con su imborrable recuerdo y tus palabras me hacen llorar. "Es" una amistad tan arraigada desde críos (colegio, adolescencia, trabajo, etc.), o sea "siempre", que forma parte de mi ser. Y digo es, en presente, porque para mí, al igual que para ti, esa cercanía de tu padre siempre continuará siendo y siempre estará presente en nuestra vida. Yo, al igual que tu, en mis pensamientos y en mis oraciones también le he deseado Feliz Navidad y Año 2.017, igual que te deseo a ti y a toda tu querida familia. JSH.

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  2. Gracias, seguro que esta ahí viendo como caminamos cada día. Un abrazo.

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