Manolo, era
de esos que se comía todas las noches una tortilla francesa. Tal era su pasión por
el huevo frito a la sartén, que no le importaba si el colesterol taponaba sus
arterias. Ciego por la pasión, hasta aprovechaba las ofertas de hipermercado
del dos por uno para llenar la nevera de huevos y que no le faltara materia
prima para cada noche.
Pero llegó el
día que nadie iba a cenar a casa de Manolo. “Otra vez tortilla no”, le decían sus
amigos, pero a él le daba igual. El sonido del batir ya era costumbre cada día.
Pero una noche,
Manolo miró a cada lado de la mesa y no había nadie con él. Ahí estaba la
tortilla, sola, sin nadie a quien explicarle su magnífico sabor. Esa Noche a
Manolo le sentó mal la cena. Pero no era demasiado tarde, Manolo se levantó por
la mañana, llamo a sus amigos y les emplazó a por la noche, en su casa. Cuando
todos estaban juntos, Manolo no sacó la tortilla y comprobó cómo sus amigos soparon
hasta la última gota de la receta que le dio su abuela, tan difícil y
complicada de hacer, pero que si sale bien se triunfa.
Al poco
tiempo, los amigos volvieron a su casa. Y muchos sin llamarlos.
Me dirán
ustedes a que viene esto. Veo que en Sevilla, las ganaderías de Núñez del
Cuvillo, Garcigrande y Hermanos García Jiménez harán doblete en el abono de la
Maestranza para 2017. Que empacho. Siempre el toro que quieren las figuras para
no tener problemas, pero cada vez la plaza más vacía. Esta fiesta necesita de
sabor, de cosas que el paladar no ha podido descubrir todavía. Si nos empeñamos
en llevar a la plaza las ganaderías de siempre, el aficionado se queda en casa,
porque ya sabe que va a pasar. Pero y sí ponemos un cartel de figuras con una
ganadería con la receta de la abuela, lo mismo, como le pasó a Manolo, los
tendidos se vuelven a llenar, la emoción y el misterio vuelve a adueñarse de la
fiesta y nos olvidamos de la tortilla para darle paso a la fiesta de los toros.
A la verdadera fiesta de los toros.
Fran Pérez @frantrapiotoros
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