De la verdad
del toro y de la verdad del torero sale la misma fiesta. Eso que añoramos y que
imploramos en tardes donde la mentira se adueña para dar paso al triunfalismo.
Lo vivido ayer en Madrid es la medicina necesaria para curarse, ese jarabe
agrio y duro, pero que despeja y reconforta.
La corrida de
Adolfo Martín fue la típica corrida de toros grises, esa que jamás debe
perderse. Ponga un gris en la fiesta y se acabará el aburrimiento. Esa emoción
que se encauza en el ruedo, en valentía torera o en la biblia sagrada por
naturales.
Rafaelillo
recordó con el primero que lo de –illo ya se le queda muy pequeño. No podemos
disminuir la grandeza de un señor que se la juega y que es capaz ante
alimañosos toros. Aquí Rafael estuvo tremendo, con un inicio de faena por abajo
abriéndole los caminos al de Adolfo. Pero por condición, el toro cerró puertas.
Y Rafael plasmó con valor la llave para abrirlas. La espada le quito un trofeo.
Con el cuarto,
otra prenda de Adolfo, no apto para comer pipas, volvió Rafaelillo a sacar
oficio. A darle a Murcia, como acostumbra, ese calificativo de valor. Tras
pinchazo y estocada saludó una ovación.
No fue la
tarde de Fernando Robleño, que abrevió con el peligroso segundo y dio sensación
de desmotivación con el noble quinto. Un animal que si bien es verdad le faltó
algo de chispa, el torero tampoco logró ponerla. Escuchó dos silencios.
La vibración
con la que Madrid vivió el recibo de Paco Ureña al tercero fue brutal. Enjaretó
el lorquino un racimo de verónicas con gran firmeza ante la explosividad de
inicio de un Adolfo con impresionante cara. Este tercero llegó a la muleta con
complicaciones pero tomando la muleta por abajo. Se la jugó Ureña, saliendo prendido
en varias ocasiones. Una labor en la que el único falló fue acortarle demasiado
pronto las distancias al toro. Para bueno o para malo pero así habría quitado
la duda a los que pedían distancia al toro. Aun así caló hondo por su entrega y
tras pinchazo y estocada saludó una ovación.
La sinceridad
y entrega de Paco parió con el sexto el toreo grande. Fue “Murciano” el mejor
toro del encierro. Ureña, tras un inicio dónde el toro lo sorprendió propinándole
un volteretón sin consecuencias, fue consciente de que era una oportunidad única.
Y cogió Paco la sartén por el mango y de ahí surgieron dos tandas rotundas de
derechazos que fueron la previa de dos tandas al natural que pasaran a los
anales del toreo. De frente surgió la pureza, la expresión, carteles de toros
vivos y Madrid crujió. La unanimidad por naturales. Un toro y un torero con
23.000 personas a favor. Los depósitos de afición llenos otra vez. La llantera
del torero contagiada por los tendidos. La Emoción mandaba. A pesar de la
espada.
Ficha:
Plaza de
Toros de Madrid. Domingo 4 de Octubre. Última de la feria de Otoño.
Toros de
Adolfo Martín, bien presentados y complicados. El 6º de nombre “Murciano”
extraordinario.
Rafaelillo:
Ovación y Ovación
Fernando
Robleño: Silencio y Silencio
Paco Ureña:
Ovación y Vuelta al Ruedo clamorosa.
Entrada: Casi
lleno
Por Fran
Pérez @frantrapiotoros
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