lunes, 5 de octubre de 2015

LA SINCERIDAD Y LA ENTREGA PAREN EL TOREO GRANDE (Madrid, crónica de la última de la feria de Otoño, 4 octubre)

De la verdad del toro y de la verdad del torero sale la misma fiesta. Eso que añoramos y que imploramos en tardes donde la mentira se adueña para dar paso al triunfalismo. Lo vivido ayer en Madrid es la medicina necesaria para curarse, ese jarabe agrio y duro, pero que despeja y reconforta.

La corrida de Adolfo Martín fue la típica corrida de toros grises, esa que jamás debe perderse. Ponga un gris en la fiesta y se acabará el aburrimiento. Esa emoción que se encauza en el ruedo, en valentía torera o en la biblia sagrada por naturales.

Rafaelillo recordó con el primero que lo de –illo ya se le queda muy pequeño. No podemos disminuir la grandeza de un señor que se la juega y que es capaz ante alimañosos toros. Aquí Rafael estuvo tremendo, con un inicio de faena por abajo abriéndole los caminos al de Adolfo. Pero por condición, el toro cerró puertas. Y Rafael plasmó con valor la llave para abrirlas. La espada le quito un trofeo.

Con el cuarto, otra prenda de Adolfo, no apto para comer pipas, volvió Rafaelillo a sacar oficio. A darle a Murcia, como acostumbra, ese calificativo de valor. Tras pinchazo y estocada saludó una ovación.

No fue la tarde de Fernando Robleño, que abrevió con el peligroso segundo y dio sensación de desmotivación con el noble quinto. Un animal que si bien es verdad le faltó algo de chispa, el torero tampoco logró ponerla. Escuchó dos silencios.

La vibración con la que Madrid vivió el recibo de Paco Ureña al tercero fue brutal. Enjaretó el lorquino un racimo de verónicas con gran firmeza ante la explosividad de inicio de un Adolfo con impresionante cara. Este tercero llegó a la muleta con complicaciones pero tomando la muleta por abajo. Se la jugó Ureña, saliendo prendido en varias ocasiones. Una labor en la que el único falló fue acortarle demasiado pronto las distancias al toro. Para bueno o para malo pero así habría quitado la duda a los que pedían distancia al toro. Aun así caló hondo por su entrega y tras pinchazo y estocada saludó una ovación.

La sinceridad y entrega de Paco parió con el sexto el toreo grande. Fue “Murciano” el mejor toro del encierro. Ureña, tras un inicio dónde el toro lo sorprendió propinándole un volteretón sin consecuencias, fue consciente de que era una oportunidad única. Y cogió Paco la sartén por el mango y de ahí surgieron dos tandas rotundas de derechazos que fueron la previa de dos tandas al natural que pasaran a los anales del toreo. De frente surgió la pureza, la expresión, carteles de toros vivos y Madrid crujió. La unanimidad por naturales. Un toro y un torero con 23.000 personas a favor. Los depósitos de afición llenos otra vez. La llantera del torero contagiada por los tendidos. La Emoción mandaba. A pesar de la espada.

Ficha:
Plaza de Toros de Madrid. Domingo 4 de Octubre. Última de la feria de Otoño.
Toros de Adolfo Martín, bien presentados y complicados. El 6º de nombre “Murciano” extraordinario.
Rafaelillo: Ovación y Ovación
Fernando Robleño: Silencio y Silencio
Paco Ureña: Ovación y Vuelta al Ruedo clamorosa.
Entrada: Casi lleno


Por Fran Pérez @frantrapiotoros

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