A Francisco
Rivera Ordoñez le están dando hasta en el carnet de identidad por ponerse a
torear a una becerra con su hija en brazos. Lo que podría haberse quedado en
una mera anécdota familiar, ha servido para darle de comer a los buitres
deseosos de ver cualquier resquicio para atacar a la tauromaquia, es lo malo de
las redes sociales.
Desde su
libertad, desde el sentimiento de hacer con su sangre, lo que un día su padre
hizo con él; SENTIMIENTO LEGAL, le han llevado al defensor del menor andaluz a casa, hasta
desearle, poco tiempo después, otra vez la muerte. Humanos deseando la muerte a
humanos. (Traedme la escupidera)
Pero resulta
que lo de ser mal padre de Francisco, se convierte en tradición y respeto
cuando un padre elige que un niño se suba a lo alto de un caballo, encima de
una montaña humana catalana o que salga los fines de semana, bajo billete para
alcohol, de tiendas de chinos clandestinas. Eso está bien visto. Para eso no
hay nadie detrás de la mata. Porque quizá no haya nadie que financie a esos que
están detrás de la mata.
De padres
carpinteros, nacieron mejores carpinteros. Y si eligieron ser otra cosa, los
hijos respetaron a los carpinteros. De Padres agricultores, disfrutamos ahora
de buena verdura. Todo hijo de agricultor sabe apreciar la buena verdura,
porque sabe el sudor, el trabajo y el dinero, que cuesta conseguirla.
Los hijos de
los toreros tienen la libertad de elegir también si son toreros o no, pero
dejadles también respetar a su padre. Están en su derecho.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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