El hambre.
Esa cosa que tenemos y que es fundamental para vivir. Tener apetito es lo mejor
que le puede pasar a uno. A la maltrecha tauromaquia también. Sus células interiores,
las que la mantienen. Es decir, el aficionado que pasa por taquilla, no sólo en
la feria de su pueblo. La afición tiene apetito de novedades. Cosas que
despierten su paladar y que no sepan siempre a la mortadela siciliana, sin
aceitunas, que el sector taurino con las figuras del toreo y sus secuaces a la
cabeza están acostumbrados a dar.
Hoy, el mano a
mano con toros de Victorino, era ese plato que nunca se dio y que el aficionado deseaba
saborear. Sólo el aficionado. De ahí la escasa media plaza que hubo en Bilbao.
Seguramente, de haber caído este festejo en fin de semana, la entrada hubiera
sido mayor porque muchos aficionados podrían haberse escapado a la ciudad vasca, sin la carga de tener que pedir permiso en el trabajo. Lo que queda constatado
es que Bilbao tiene un problema. El elevado precio de las entradas que ya no se
corresponde con lo que se ve en el ruedo ha mermado mucho la asistencia de gente.
Y eso no solo es un problema para Bilbao, también lo es para el futuro de la
fiesta. Dejar perder un puerto de montaña de esta importancia es aventurarse
casi al suicidio. Parte de culpa la tiene la Junta Administrativa de la plaza
de toros de Bilbao, que anda puesta en el postureo en lugar de en el trabajo.
De ahí, esta lamentable situación.
Pronto nos
dimos cuenta que hoy la receta de Victorino no funcionó para saciar el hambre.
Mala sin paliativos la corrida. Un menú de toros de presencia justa para
Bilbao, descastados, mansos y sin esa chispa ni peligro evidente que
caracteriza y hace que la gente se enganche pronto a lo que sucede en el ruedo
entre toro y torero. Lo de hoy fue como esa comida sosa de catering de
hospital. Una verdadera mierda.
Y ante
semejante panorama, Curro Díaz, que debutaba hoy en Bilbao sustituyendo a
Manuel Escribano, mostró que su toreo es de corte y pellizco, y probó el sin
sabor de la incomprensión. El primero se desplazó soso por las telas del de
Linares, que consiguió dejar dos o tres muletazos de mucha belleza antes de que
el toro apagara por completo la luz. No estuvo acertado con la espada y saludó
una ovación. El tercero fue otro toro sin ese mínimo que debe poner un
Victorino para que la faena tenga la emoción necesaria. Con este, Curro estuvo
menos confiado y aunque quiso agradar, el ajuste no fue el deseado.
Con la corrida
ya muy venida a menos, y el hambre de que pasará algo en el cuerpo de todos los
que estaban presentes, salió el quinto. Un toro vulgar, nada del otro mundo,
con la cara alta y desentendiéndose de los trastos. Nadie daba un duro porque
pasara nada, pero Curro, lo entendió bien, le dio la distancia correcta y sacó
muletazos con su típica expresión impensables al deslucido animal. Eran tantas
las ganas del respetable porque sucediera algo, que la comida de hospital que
nos estábamos comiendo les pareció el manjar más exquisito jamás comido. Y se
pusieron de parte del toro, y a Curro, le premiaron injustamente con pitos su
esfuerzo. A veces hay cosas que no se pueden comprender. Esta es una de ellas. Exagerada
la ovación con la que premiaron al toro, e injusta, muy injusta, esa división
de opiniones que Curro se tuvo que tragar.
Paco Ureña
estuvo firme con el segundo de la tarde. Quizá el toro que más se dejó del
encierro. Bueno fue el recibo capotero que Ureña le recetó de salida. Un animal
que colaboró en el principio de faena pero que fue a menos, muy a menos, ya en
la segunda tanda. Como toda la corrida, el toro no tuvo esa chispa necesaria
para que la buena labor de Ureña terminara de explotar. Aun así, hubo un inicio
de faena muy bello y relajado y que hizo sacar el olé más sincero de los
aficionados. Petrolero poco a poco se fue a menos y la faena bajó de intensidad.
Tras una estocada trasera y dos descabellos saludó una ovación desde el tercio.
El cuarto fue
un toro muy deslucido con el que Ureña lo intentó siendo consciente de que lo
que tenía delante no era propicio para el triunfo. El sexto, de similar
condición, soso y aburridor tampoco le dio opción. No estuvo acertado con la
espada en estos dos oponentes y fue silenciado.
Queda claro
que ni a ti, ni a mí nos gusta la comida de hospital. Pero es que esta
temporada estábamos acostumbrados a saborear lo mejor de los tres chef de hoy.
Y cuando uno prueba lo mejor quiere seguir probándolo. No cabe la menor duda
que lo volveremos a catar.
Ficha:
Plaza de
Toros de Bilbao. Jueves 25 de Agosto. 6ª de las Corridas Generales.
Toros de
Victorino Martín, justos de presencia y descastados, sosos y deslucidos.
Curro Díaz:
Ovación con saludos, Silencio y División de Opiniones.
Paco Ureña:
Ovación con Saludos, Silencio y Silencio.
Entrada:
Media plaza.
Y mañana:
Toros de Torrestrella para López Simón y José Garrido, mano a mano. Roca Rey no
puede actuar y la decisión ha sido dejar el festejo en mano a mano.
Por Fran
Pérez @frantrapiotoros
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
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