Y en Málaga
llegó la paz, aunque a un libanés le quitaran el petróleo. Porque en esta
continua guerra llamada tauromaquia, el único robo que vale es el del corazón.
Extraer el petróleo del toro para convertirlo en toreo. En toreo que llene los
surtidores de afición para que se comparta y se extienda.
A día de hoy,
son pocos los refinadores de toreo que con sus muñecas son capaces de crear el
misterio para que los corazones de los aficionados se muevan. Ese misterio, que
como la gasolina, hay que repostar de vez en cuando. Ese enigma que enfría las
pieles y enrojece las manos. Ese secreto que hace de las lágrimas las reinas de
la alegría. SIQUE LEYENDO EL ARTÍCULO COMPLETO EN LA WEB DE EL MULETAZO (Clic aquí para acceder al enlace para poder leer el artículo completo de Fran Pérez)
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