Otra Nochebuena.
Otro año más de pastores, siguiendo la estrella de Oriente. Camino de las
plazas de toros a encontrarnos el toro bravo. De él nace la fe de una “fiesta”.
Sin él, todo se desbarata.
No es fácil
seguir a la estrella. Por el camino, las tropas de Herodes, con uniforme de político
emergente o de perroflauta indocumentado, nos tratan de poner obstáculos en el
camino, para que no podamos disfrutar de nuestra fe legal. Dicen ser defensores
de nuestro rey, pero en realidad sabemos que detrás de esa defensa, existe su
deseo de verlo en el zoo, como una especie cualquiera y no como gobernante de
un reino llamado tauromaquia, que genera más de 1000 millones de Euros al año y
que deja a un país 45 millones de Euros en concepto de IVA.
Pese a la
pesadez del viaje, todavía podemos entrar en Belén. Dentro de ese gran Belén,
llamado sector taurino, reluce el oro de las capas de los toreros. Ellos son
los carpinteros de la fe. Labran al Mesías y hacen conjunción perfecta para
gloria de la fiesta. Son el alimento del alma taurina y el sueño al alcance de
pocos. Carpinteros de capa y muleta pero también de pica y banderillas. En
ellos está la llave y la responsabilidad de la credibilidad. Qué pena que
algunos, de una u otra forma, no se acuerden de tener la llave. Que no tengan
en la mente, que al lado del toro bravo, siempre ha de estar un San José con
oficio.
Al otro lado
del Toro, María “afición”, porque de ella no se sabe el día se cultivó la
semilla de amar la fiesta de los toros. La afición es la madre, capaz de dártelo
todo, de cuidarte y arroparte y de darte una reprimenda cuando realmente se
merece. Contra palmeros, afición.
También están
los reyes, empresarios que hilan fino y que regalan poco oro, moderado incienso
y mucha mirra. A veces por contentar a carpinteros se olvidan del Mesías y
hacen que María se enfade, y con razón.
Y en el
portal, también hay algún burro y buey. Están gordos porque dentro de ellos
guardan actos no beneficiosos para la tauromaquia de gente del propio sector. A
poco se los vomitan encima a nuestro niño Jesús. Por el bien de todos,
esperemos que se pongan a línea.
El Ángel mira
sin quejarse de nada. Le parece bien todo. Publico de aluvión que se aburre
como una ostra. La tarea de todos es que se divierta. Y que vuelva.
Me arrodillo
ante el toro y su majestuosidad. Nosotros los pastores tenemos el deber de
reivindicarlo. De salvar al niño del vomito del burro y del buey, y de las
tropas de Herodes. De defenderlo y cuidarlo como María y de entusiasmarnos con
las obras de los buenos carpinteros. De los regalos de los Reyes, no me fio.
Feliz
Navidad.
De parte de
Fran Pérez y todo el equipo de colaboradores de este blog.
@frantrapiotoros
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