La afición
une. Tanto que es capaz de crear parejas fantásticas. Esto del toro siempre es
cosa de dos. De uno que humilla firme por abajo con fiereza y que no se da por
vencido, y de otro que es capaz de ponerse, aguantar estoico y dibujar con la
muñeca sueños infinitos unidos a una muleta o capote por verónicas. Y de la
unión el amor. El amor que sentimos todos por una fiesta única donde saltamos
por el toro bravo y nos emocionamos por el arte que es capaz de hacer delante
de él, el torero.
La vida ha
creado una faena perfecta. La unión entre dos personas que se ha fraguado entre
naturales. Porque la distancia no fue una barrera y si una virtud. Su relación fue
de largo, como ese toro que iba a la muleta de Chenel y hacia que Las Ventas
temblara de ternura por el toreo.
Y una vez
juntos van a ser esa conjunción perfecta, esa que no se puede explicar. No hay
un “Bastonito” sin Rincón, ni un “Murciano” sin Ureña. En su vida, no habrá un “Dani”
sin Mari Carmen ni una “Mari Carmen” sin un Dani.
Llegue desde aquí
mi felicitación por su reciente boda. Y mi reconocimiento por ser verdaderos y
sin complejos para sacar el capote y mostrar su afición en pleno viaje de
novios. Porque el Coliseo de Roma sintió envidia de no ser español. Y de no
sentir en su entrañas lo que el amor por el toro es capaz de hacer.
Larga vida a
este amor.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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