Ayer en
Zaragoza, Cayetano lo dejó claro. No es torero para el ruedo. Su respetable
carrera, tardía y falta de técnica hace pensar que el puesto que ocupa en los
carteles no es precisamente por los méritos hechos en la plaza. Cuantos toreros
se han quedado fuera de Zaragoza y han triunfado sin paliativos más que el
pequeño de los Rivera Ordoñez.
Pero ayer,
Cayetano cogió por muleta el micrófono de un sorprendido David Casas, que
abrevió una entrevista con Enrique Ponce, para que Cayetano brillará por
naturales de la palabra, se ajustara como un león a la verdad e impregnara el
toreo de una obra cumbre que hacía falta ya ante tanto desalmado vestido de
animalista.
El caso es
que sin torear, el toreo ha encontrado una buena voz para defenderse. Cayetano
ayer cuajó la faena de su vida, convirtió a los incrédulos y se ganó el respeto
de todos esos que amamos la fiesta de los toros.
“Ojalá esos que se hacen llamar antitaurinos
tuvieran hacia los demás, como mínimo, el mismo amor y respeto que nosotros
sentimos hacia el toro. Yo estoy dispuesto a morir por el toro, ¿y los
antitaurinos? Adrián, todavía eres un niño, pero con corazón torero. Te vas a
curar, valiente”
Y se fue a la
Puerta de Chiqueros, a porta gayola. Se puso de rodillas y el toro salió. Y la
satisfacción de un padre celestial inundó el olimpo del toreo. De Paquirri tenía
que ser.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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