Entre turrón,
mantecados y alguna que otra borrachera, nos hemos encontrado con la noticia de
que el Consejo de Ministros ha otorgado la Medalla de Oro al Mérito en las
Bellas Artes a Julián López “El Juli”
Arte abstracto.
De ese del Museo Guggenheim. Contemporáneo pero que no se entiende. Normal que muchos
aficionados, al ver a quien se ha concedido este premio, hayan puesto la cara
del que ve un cuadro rayado que dicen que vale un pastizal, pero que parece el
dibujo de tu hijo cuando le da por pintarte las paredes.
Para gustos
los colores, y no seré yo quien critique esta concesión. Aunque no sea un fanático
de sus obras, he de reconocer que en la obra de El Juli sobre el albero,
destaca la del toro “Cantapájaros” de Victoriano del Rio en Las Ventas de
Madrid y alguna que otra faena a toros de Victorino en Bilbao, cuando en sus
inicios llenaba las plazas por su juventud y frescura. También la del sobrero
de “San Martín” en Logroño podría entrar dentro de las obras donde lo abstracto
fue más liviano y se pareció al toreo de verdad.
Si de verdad
tiene poso este premio es porque el de Velilla consiguió, que a finales de los
noventa, la gente volviera a las plazas de toros.
Es verdad que
su carrera ha tenido muchas sombras. Sobre todo en cuando la presentación he
integridad de las reses que ha lidiado. De todos es sabido aquel escándalo
soberano en Castellón con los toros de Victoriano con unas defensas paupérrimas
o la Zalduendada de una feria de San Miguel de Sevilla que dolió y afectó a los
tendidos de la Maestranza.
Precisamente
aquí, en Sevilla, fue cuando vivió el peor momento de su carrera al ser cogido
de mucha gravedad, en una feria de Abril, por un bravo toro de Victoriano del
Río. Ese año, Julián iba a matar la corrida de Miura. Reto que ya recuperado
parece habérsele olvidado.
Precisamente
eso es lo que demandamos los aficionados. No puede ser que torero tan poderoso
este atado siempre a una misma ganadería. Verlo siempre con toros de Garcigrande
ya no llama. Ya sabemos que les va a sacar pases por todos sitios. Un gesto
hacia la afición abriéndose a otro tipo de encastes y ganaderías le sumaría
puntos a ese premio que recogerá de manos del Rey Felipe el próximo año.
Esa frase de “toreo
para mí” no beneficia para nada a la fiesta. El torero debe torear para el que
paga. Y el que paga quiere emocionarse y ver al torero currárselo de verdad con
toros de diferente condición y encaste diferente.
Es por eso
que su poder, ya sea despegado, acostado, bueno o ajustado; parece
desaprovechado. Y eso la fiesta lo nota.
¿Por qué no
con uno de Cuadri Julián? ¿O con uno de Cebada?
Enhorabuena
por el premio
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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