Eran muchas
las señales que decían que aunque el Tribunal Constitucional fallara a favor de
la vuelta de los toros a Cataluña el invierno taurino seria calmado y sin
sobresaltos. Para que calentarse la cabeza para recuperar un terreno
conquistado. Para que levantarse del sofá y pasar frio.
Ni te moviste
antes, cuando la injusticia inundó el parlamento de Cataluña y el pobre de
Serafín Marín lloró como una Magdalena ni te vas a mover ahora que la justicia
te ha dado la razón, o se la ha dado a los que pelearon cuando tú estabas
sentado. El asunto necesita de motivos personales y duro trabajo para que la
razón se haga realidad pero tú sigues a lo tuyo. ¿Y al futuro?. Pues al futuro
que le den.
Eran muchas
las señales que decían que la llegada de Simón Casas a Madrid no haría que otros
empresarios se pusieran las pilas como él y trataran de levantar plazas
hundidas. Y luego la culpa es de la crisis. Simón, al menos, se puede decir que
levantó de las cenizas de Serolo, Valencia, Alicante y Zaragoza. A lo mejor se
ha currado más Madrid que otros, aunque todos sabemos que se arrodillará ante
lo que las figuras le exijan. Y es que las exigencias son el principal problema
de los empresarios hoy por hoy. ¿Qué me pedirá este ahora? En lugar de ¿Cómo llevo
gente a la plaza? Barros que son lodos, o chapapote de ese que no hay cojones a
quitar de la roca.
Eran muchas
las señales que decían que en 2017 el aficionado seguirá pagando por ir a los
toros un huevo y parte del otro. Si en la mayoría de espectáculos mereciera la
pena dar un huevo pues no pasaría nada, pero es que dar un huevo por un espectáculo
light, after, edulcorado, suave, sin gluten, cero, jamón de pavo, no merece la
pena. Sales de la plaza con esa sensación de atraco que te hace no volver en
algún tiempo. Si hay poca afición y la pones a dieta, se te va a quedar como el
brazo de la Letizia. La afición demanda rock and roll, jabugo, callos a la
madrileña, papas con huevos, quiere decirse, bravura. En el toro y el torero. Y
en el empresario, también.
Eran muchas
las señales que decían que este invierno sería otro invierno perdido. Pero lo
peor de todo es que no se pierden los inviernos solos, también las primaveras, y
los veranos, y los otoños.
Y luego sale
esa frase del alma. Así nos va. Pero nunca es tarde. Nunca es tarde para que
cuando uno trabaje, que los hay aunque no lo parezca, y tenga éxito, otros se
suban al carro a última hora, cosa muy española por cierto, y se alimenten del
triunfo cuando en realidad se han estado tocando lo que les cuelga. Entonces
ahí, la hibernación acabó para ellos. Osos con intereses.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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