Que un torero
deje de serlo por aburrimiento da que pensar.
Que Leandro, el Marcos de
Valladolid, haya tomado la decisión de irse, me ha sentado como una patada en
los mismísimos.
Y no por la decisión
del torero, al que respeto y comprendo, sino por el inmovilismo de un sector
que va ya en caída libre por en medio del acantilado.
Mirad el
escalafón por arriba. Puestos uno y dos. Pensad en cuantos toros
desaprovechados en ferias se han ido. Pensad en los toreros, como Leandro, que podrían
haberse dado y habernos dado una alegría.
Y este año en
las cuatro primeras ferias los mismos de siempre. Otra vez.
Normal que
Leandro diga que se va. Educadamente, como le caracteriza, pero me gustaría
saber lo que le ha contado a la almohada. Si esa almohada hablara. Si hablaran
las almohadas de estos toreros.
Miro el
escalafón y se me llenan dos manos de gente que si debería irse. Que lleva
varios años de petardo en petardo, que lleva varios años corriendo sin decir
nada por las plazas, que lleva ya de enchufe ni me acuerdo, que esta abajo porque
no vale pero tiene palmeros y se cree que es bueno.
Que mala pata que los buenos no tengan palmeros.
+La última actuación de buen sabor de boca de Leandro fue el 24 de Agosto del año pasado en la plaza Monumental de Las Ventas dónde cortó una oreja de un buen ejemplar de Antonio Bañuelos.
Cuanta torería olvidada( Juan Mora, Sergio Aguilar, Leandro y otros cuantos que contrataría sin ninguna duda si yo fuera empresario con pasta). Pero no, esos no cuentan, es mejor el del parche, el granaino y otros pegapases o mejor mantazos
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