viernes, 18 de diciembre de 2015

"LIMEÑO" YA TOREA EN EL CIELO

José Martínez Ahumado nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 19 de septiembre de 1936. Con el mote de Limeño. Comenzó a torear en público el 10 de agosto del 52 en la plaza de El Pino de su localidad natal, en compañía de Carriles. Actuó poco los siguientes cuatro años. hasta que otro día de agosto de 1956 se presentó en la plaza carabanchelera de Vista Alegre, causando una magnífica impresión ante los novillos de El Duque de Osuna que toreó con Hilario Serrano y Juan Calero.

Ya con picadores, su presentación en Las Ventas tuvo lugar el 12 de julio de 1959. Alternando con Adolfo Aparicio y José Álvarez, en una tarde que saldó con el corte de sendas orejas a su lote de utreros de Higinio Luis Severino. Salió a hombros ese día de la plaza de Madrid, y herido el domingo siguiente por un novillo de Infante da Cámara, pero con suficiente ambiente como para sumar 52 novilladas antes de la alternativa.

El doctorado tuvo lugar en Sevilla el 29 de junio de 1960, de manos de Jaime Ostos, quien, en presencia de Curro Romero, le cedió la muerte de "GranujiIlo", de Eusebia Galache, al que el toricantano cortó una oreja. La confirmación no se celebró hasta dos años más tarde, el 24 de mayo del 62. Esta vez con Diego Puerta y Paco Camino en el cartel para matar, sin brillo, una corrida de Antonio Pérez.

Siempre enfrentado a las corridas más duras de las ferias, y con un buen número de contratiempos sufridos, a mediados de los años sesenta su carrera comenzó a palidecer. Pero en 1968 cortó tres orejas a una corrida de Miura en la Maestranza y abrió así, además de la Puerta del Príncipe, el mejor período de su trayectoria, que tuvo ratificación el siguiente 1 de octubre con una salida por el arco principal del coso sevillano tras pasear otros tres orejas, ahora de un cierre de Juan Pérez Valderrama. La grave cornada de un toro de Pablo Romero en Barcelona le frenó ese año, pero durante los dos siguientes, incluso en América, sumo sus cifras más altas de contratos. Una gravísima cornada en El Puerto- y 41 en 1970. En ambos campañas, además, abrió en sendas ocasiones la Puerta del Príncipe de Sevilla con las corridas de Miura. Lo que no consiguió, paradójicamente, es que le volvieron a contratar en Madrid a pesar de sus grandes éxitos sevillanos.

Anunció su retirada en el 7l, aunque se arrepintió pronto y continuo en activo durante toda la década, ya con un nivel de actuaciones muy inferior. Dejó de torear en el 79, pero volvió en 1980 para estoquear otra vez "Miura" en la feria de Abril. Su último paseíto lo fue el del 16 de agosto de ese año en el Puerto de Santa María, donde mató toros de Carlos Núñez junto con José Luis Galloso ya su paisano “El Mangui”, al que había dado la alternativa en la misma arena siete días antes. En la actualidad, apreciado y respetado por todas las gentes del toro, ejerce con eficacia labores empresariales y de veedor.

Fue durante los años 60 cuando se concretó definitivamente el concepto de toreros especialistas en corridas duras, esas que no querían las figuras de una década en la que se valoraron más las emociones del arte y del espectáculo que la de un incipiente "turismos". Y si entre los pioneros de ese nuevo "sello" en Madrid tuvieron Dámaso Gómez, en Sevilla quien brilló como tal fue Limeño: un torero no menos capaz, y tan rubio y con un puerto tan señorial que algunos le comparar con un piloto de la fuerza aérea británica.

Quizás esa distinción geográfica motivara el hecho de que Pepe Limeño no fuese demasiado apreciado en Madrid a pesar de su reconocida fama. Aparte de la salida a hombros en su presentación como novillero, tuvo siempre problemas para ser contratado en Las Ventas, lo que evidentemente le pesó demasiado cuando intentó dar el salto definitivo a los puestos de cabecera del escalafón. Pero de una manera o de otra, el de Sanlúcar siempre fue muy bien considerado entre los más exigentes aficionados. Para Cossío, por ejemplo, fue un torero "honesto y serio" y con una carrera "brillante a veces, y digna siempre".

Por su parte, Carlos Abella le encuadra dentro del grupo de buenos toreros del Rincón de Andalucía, donde surgieron los eclécticos revolucionarios del XIX, así como le considera "una clara eslabón entre el arte robusto y puro de Rafael Ortega y el punto de honor y valor poderoso de su otro paisano, Francisco Ruiz Miguel. La apreciación es acertada porque, bien analizado, Limeño antoja como una mezcla de ambos, al definirse como un gran dominador pero sin indicio alguno de demagogia "lidiadora" o emocional.

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentón, como el sanluqueño se fue haciendo con esa bola de solvente "especialista" en duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. Con las de 1968, 1969 y 1970 salió por la Puerta del Príncipe tras arrancarlos tres apéndices en la primera y cuatro en cada una de las otras dos, mientras que en la última, con 44 años, aunque hubo de estoquear tres toros por cogida de Antonio José Galán.

Limeño, pundonor torero, que escribió historia en cuatro tardes memorables en la Maestranza, hoy nos ha dejado. Ocupará lugar preferente en la catedra celestial del toreo. Descanse en paz.

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