José Martínez
Ahumado nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 19 de septiembre de 1936. Con
el mote de Limeño. Comenzó a torear en público el 10 de agosto del 52 en la
plaza de El Pino de su localidad natal, en compañía de Carriles. Actuó poco los
siguientes cuatro años. hasta que otro día de agosto de 1956 se presentó en la
plaza carabanchelera de Vista Alegre, causando una magnífica impresión ante los
novillos de El Duque de Osuna que toreó con Hilario Serrano y Juan Calero.
Ya con
picadores, su presentación en Las Ventas tuvo lugar el 12 de julio de 1959.
Alternando con Adolfo Aparicio y José Álvarez, en una tarde que saldó con el
corte de sendas orejas a su lote de utreros de Higinio Luis Severino. Salió a
hombros ese día de la plaza de Madrid, y herido el domingo siguiente por un
novillo de Infante da Cámara, pero con suficiente ambiente como para sumar 52
novilladas antes de la alternativa.
El doctorado
tuvo lugar en Sevilla el 29 de junio de 1960, de manos de Jaime Ostos, quien,
en presencia de Curro Romero, le cedió la muerte de "GranujiIlo", de
Eusebia Galache, al que el toricantano cortó una oreja. La confirmación no se
celebró hasta dos años más tarde, el 24 de mayo del 62. Esta vez con Diego
Puerta y Paco Camino en el cartel para matar, sin brillo, una corrida de
Antonio Pérez.
Siempre
enfrentado a las corridas más duras de las ferias, y con un buen número de
contratiempos sufridos, a mediados de los años sesenta su carrera comenzó a
palidecer. Pero en 1968 cortó tres orejas a una corrida de Miura en la
Maestranza y abrió así, además de la Puerta del Príncipe, el mejor período de
su trayectoria, que tuvo ratificación el siguiente 1 de octubre con una salida
por el arco principal del coso sevillano tras pasear otros tres orejas, ahora
de un cierre de Juan Pérez Valderrama. La grave cornada de un toro de Pablo
Romero en Barcelona le frenó ese año, pero durante los dos siguientes, incluso
en América, sumo sus cifras más altas de contratos. Una gravísima cornada en El
Puerto- y 41 en 1970. En ambos campañas, además, abrió en sendas ocasiones la
Puerta del Príncipe de Sevilla con las corridas de Miura. Lo que no consiguió,
paradójicamente, es que le volvieron a contratar en Madrid a pesar de sus
grandes éxitos sevillanos.
Anunció su
retirada en el 7l, aunque se arrepintió pronto y continuo en activo durante
toda la década, ya con un nivel de actuaciones muy inferior. Dejó de torear en
el 79, pero volvió en 1980 para estoquear otra vez "Miura" en la
feria de Abril. Su último paseíto lo fue el del 16 de agosto de ese año en el
Puerto de Santa María, donde mató toros de Carlos Núñez junto con José Luis Galloso
ya su paisano “El Mangui”, al que había dado la alternativa en la misma arena
siete días antes. En la actualidad, apreciado y respetado por todas las gentes
del toro, ejerce con eficacia labores empresariales y de veedor.
Fue durante
los años 60 cuando se concretó definitivamente el concepto de toreros
especialistas en corridas duras, esas que no querían las figuras de una década
en la que se valoraron más las emociones del arte y del espectáculo que la de
un incipiente "turismos". Y si entre los pioneros de ese nuevo
"sello" en Madrid tuvieron Dámaso Gómez, en Sevilla quien brilló como
tal fue Limeño: un torero no menos capaz, y tan rubio y con un puerto tan
señorial que algunos le comparar con un piloto de la fuerza aérea británica.
Quizás esa
distinción geográfica motivara el hecho de que Pepe Limeño no fuese demasiado
apreciado en Madrid a pesar de su reconocida fama. Aparte de la salida a
hombros en su presentación como novillero, tuvo siempre problemas para ser
contratado en Las Ventas, lo que evidentemente le pesó demasiado cuando intentó
dar el salto definitivo a los puestos de cabecera del escalafón. Pero de una
manera o de otra, el de Sanlúcar siempre fue muy bien considerado entre los más
exigentes aficionados. Para Cossío, por ejemplo, fue un torero "honesto y
serio" y con una carrera "brillante a veces, y digna siempre".
Por su parte,
Carlos Abella le encuadra dentro del grupo de buenos toreros del Rincón de Andalucía,
donde surgieron los eclécticos revolucionarios del XIX, así como le considera
"una clara eslabón entre el arte robusto y puro de Rafael Ortega y el
punto de honor y valor poderoso de su otro paisano, Francisco Ruiz Miguel. La
apreciación es acertada porque, bien analizado, Limeño antoja como una mezcla
de ambos, al definirse como un gran dominador pero sin indicio alguno de
demagogia "lidiadora" o emocional.
Fue siempre
con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no
con aspavientos ni alardes de pretendida valentón, como el sanluqueño se fue
haciendo con esa bola de solvente "especialista" en duras, sobre todo
en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas
de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once
orejas cortadas. Con las de 1968, 1969 y 1970 salió por la Puerta del Príncipe
tras arrancarlos tres apéndices en la primera y cuatro en cada una de las otras
dos, mientras que en la última, con 44 años, aunque hubo de estoquear tres
toros por cogida de Antonio José Galán.
Limeño, pundonor
torero, que escribió historia en cuatro tardes memorables en la Maestranza, hoy
nos ha dejado. Ocupará lugar preferente en la catedra celestial del toreo.
Descanse en paz.
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