En sólo una
tarde, se es capaz de desempolvar la magia que se llevó el olvido. En solo una
tarde, de rosa y oro, el toreo volvió un Domingo de Ramos por Madrid.
En sólo una
tarde, el cielo lloró por reencontrase otra vez con un torero. Olvidado por el
sector y esperado por la afición. Porque la injusticia hace que otros toreen
las ferias y los verdaderos soñadores de la estela de arte cincelada con paño
rojo, esperen la oportunidad de esa vieja catedral, llamada Ventas. En dónde el
Espíritu Santo, baja a veces para recordarnos lo bonito que es ser aficionado a
los toros. SIGUE LEYENDO EL ARTÍCULO EN PUREZA Y EMOCIÓN (Click aquí para leer en artículo completo en purezayemocion.com)
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