Lloraba el
miércoles de madrugada Sevilla porque su feria era menos feria. Porque su joya
del paseo de Colón era presa del aburrimiento. Sevilla sin toros es como un
salmorejo sin tomate y hasta ese día, el aguacho del plato andaluz era norma
general en el rubio albero que linda con Antonia Díaz.
Quiso Dios
que el miércoles escampara. Que el cielo gris fuera sólo un aviso para
navegantes. Y la gloria por destino vistió al gran poder de rosa y oro. Y la cruz
a cuestas en un triunfo sin medida. Ser señor de Sevilla toreando. Partir la
feria en dos y marcar la diferencia. Hacer vibrar las mariquillas de Joselito
“El Gallo” que porta la Macarena. Y que por Triana, la calle pureza huela a la
expresión y juego de muñecas. Y que por María Luisa florezca la primavera. Y
que por los ojos de la afición salgan Guadalquivires de emoción. Ser Torre del
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