Como pasa el
tiempo madre. Parece mentira que sienta como ayer las emociones vividas hace
diecisiete años.
Quizá alguno
ya no se acuerde. A lo mejor muchos aficionados de ahora no tuvieron la
oportunidad de vivirlo. Otros, como el que te escribe, seguimos enamorados del
toreo por lo vivido aquella tarde.
Porque cada
noche mágica, sueño ser torero. Y de Naranja y Oro trenzar el paseíllo. Y que
en cada huella del albero se marque la palabra toreo.
Y que mis
incondicionales me ovacionen. Sentirme por ellos. Suena la sinfonía de la pureza
ante siete Juan Pedros. Ya sé y doy fe, que segundo y cuarto eran de Parladé.
Como saltaban
en los tendidos, tres cuartos de aficionados enloquecidos. El capote cantaba
por verónicas desgarradas. Pero la torería también venía por más palos, largas
primorosas, tafalleras y recortes de estilo aserpentinado, que recordaban la
fuente de Joselito, “El Gallo”. Y remates con revolera que formaban la
escandalera.
Y con la
muleta, Manolete, hasta en los molinetes. Pero siempre bajo la personalidad,
que ya no veremos torear así, nunca, jamás. Muletazos a pies juntos y ejecución
del pase rey de forma ideal, que no toreará otro así de frente, al natural.
Y la tarde
dejó dos momentos más agradables, dos señores tercios de banderillas, si, de “El
Formidable”
Y si en seis
toros la gloria toreadora se hizo presente, en el sobrero de regalo la lagrima
reventó a la emoción, porque el tendido coreaba sin fin, el nombre de su ídolo.
De un señor. De un torero ¡Pepín, Pepín!
Y por encima
de las ocho orejas y el rabo, la tarde pasará a la historia como la mejor. Como
la tarde más buena, que pudimos vivir en tus entrañas, Sutullena.
Homenaje a la
plaza de toros de Lorca y a la encerrona que Pepín Jiménez realizó el 2 de mayo
de 1999 para deleitarnos con la verdad del toreo.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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