Nos cuenta
Juan en su Evangelio lo que sucedió en Caná de Galilea una tarde de boda, que
sin quererlo un 11 de mayo de 2016, se reconvirtió al toreo para gloria de la
fiesta de los toros.
No soy
particularmente religioso, pero ayer, como en Caná, el agua se convirtió en
vino. En el mejor vino de la mejor añada, o lo que es lo mismo, en pureza infinita
del toreo de verdad. Y eso, en plazas de primera, en estos momentos, sólo lo da un hombre. Un torero gran reserva. Paco
Ureña.
No andaba la
tarde por buenos derroteros. Manuel Escribano quedó de simplista y facilón con
su lote. Al primero no supo darle ni los tiempos, ni el ajuste necesarios.
Tampoco se le vio con alma para hacerlo. Y lógicamente el público le recriminó la
comodidad, cuando tenía delante un toro noble y con posibilidades para
expresar. Con el cuarto, volvió por los mismos derroteros y su actuación quedó
ante la indiferencia. Y es que Madrid, ya había sido testigo de los inicios del
milagro.
También pasó
por allí Fandiño, que con el peor lote, sigue tratando de encontrase. Una tarea
que parece casi cuestión imposible. Su confianza ahora es equiparable a la búsqueda
de la hija de Albano.
Y entre tanta
agua caída del cielo y mostrada en el ruedo, llego el milagro. Los milagros no
existen. Existe el esfuerzo y la capacidad para conseguir superar barreras. No
hay milagro sin trabajo, como no hay toreo sin pureza.
Ayer, Paco
Ureña se vistió de maestro y llamó a la afición por novio de esta boda que se
llama tauromaquia.
Y toreando;
dejando pasajes de tremenda entrega con la mano derecha al nobletón toro
tercero, bajándole la mano y ligando, con ajuste y expresión, con emoción y
pegada. Llevándose al toro hasta el final, rematando las series con soberbios
pases de pecho y dejando tres naturales, tres, de sello propio pero con aroma a
rubio maestro de fuente lorquina; hizo que el agua se metiera en las tinajas.
Pero lo mejor
estaba por venir, porque con el sexto, pasó la mano sobre ellas y ni el barro pudo
detener el riachuelo de verdad con la que el de Lorca plasmó el toreo en Las
Ventas. Obra cumbre con izquierda de oro. El natural volvió a ser el rey en una
faena dónde la mano derecha también tuvo mucha enjundia y que terminó de firmar
con unas trincherillas de remate que fueron como ese beso que una madre da a un
hijo. Amor puro. Toreo de verdad.
Y qué más da
que perdiera la Puerta Grande y que la oreja cortada en el sexto pese más que
las que se cortarán en toda la feria. Paco un día de lluvia en Madrid, como
aquel día hizo Jesús cerca de Nazaret, dijo eso de «Todos sirven primero el vino bueno y cuando
ya todos están bebidos, el inferior. Pero yo os he guardado el vino bueno hasta
ahora»
Sigamos
bebiendo de la pureza del toreo.
Así, en
Madrid, Paco, siguió dando grandeza a su signo. Manifiesto a su gloria y la
afición loca con él, como aquellos discípulos de Jesús, en las bodas de Caná.
Ficha:
Plaza de
Toros de Madrid, Las Ventas. Miércoles 11 de Mayo. 6ª de la feria de San Isidro
2016.
Toros de El
Torero, de desigual presencia y juego. Manejable el 1º, Noble el 3º y encastado
y bueno el 6º. Un remiendo (5º), de Torrealta, deslucido.
Manuel
Escribano: Silencio y Silencio
Iván Fandiño:
Silencio y Silencio
Paco Ureña:
Ovación y Oreja
Entrada:
Menos de tres cuartos de entrada en tarde de lluvia.
Y esta tarde:
Toros de El Ventorrillo para: El Capea, Morenito de Aranda y Gonzalo Caballero.
Por Fran
Pérez @frantrapiotoros
Es una gran alegría que en tiempos de tanta mentira y pierna atrasada, haya un torero con una sencillez en su vida que parece extraña en un hombre con tanta valía y tanta verdad. Lo que me desespera es que sigan triunfando fantasmas, con parche o sin el, y por una espada se pierdan las grandes hazañas. Tienes que trabajar este aspecto y confiar en ti mismo.
ResponderEliminar