Como han
podido comprobar estos días, desde el pasado 1 de junio no he colgado las
crónicas de la feria de San Isidro. Hoy, recién llegado del corazón de Las
Ventas, os comento mis impresiones de aficionado que he vivido estos tres días,
que van de Beneficencia a Victorino.
Seamos
sinceros, si en las casas de apuestas metemos dinero porque Manzanares
triunfaría el día de la Beneficencia nos hubiéramos hecho ricos. Y es que en el
sentir de la afición estaba la anodina carrera y bajón del torero de Alicante
al que un toro de Victoriano del Rio le dijo eso que le dijo Jesús a Lázaro.
Ese “Levántate y anda” del mesías, se convirtió en ese “Ajústese y toree” que
el toro “Dalia” de Victoriano del Río pareció decirle a José María desde que
salió por chiqueros.
Poco se habla
del recibo de capote. Para mí, magistral recibo de capa, templado, suave,
encajado y llegando a los límites de la expresión. Un recibo más Manzanares que
nunca.
En la muleta
la apoteosis por naturales. Tres tandas, tres, que entran en la historia de la
tauromaquia. Tres tandas donde el torero, de una vez por todas encajado y
ajustado, puso de acuerdo a todo el sentir por la tauromaquia de Madrid. Tres
tandas en las que la belleza del humano por fin fue belleza del toreo. Y ante
semejante embestida humillada del toro y pincel por muleta manejada con muñeca
de oro hasta el siete se rindió.
Es verdad que
por la derecha la faena bajó el tono de ajuste y emotividad y que la estocada,
de buena factura y siempre con el tono cañón de Manzanares produjo derrame en
el toro, pero las orejas eran indiscutibles. Lo vivido era la rica agua de toreo
a borbotones en tiempos de tormentas de arena de mantazos sin discreción.
Es justo
decir, que con su primero del lote, Manzanares estuvo perdido. Tan perdido que
la sorpresa por lo que pasó con el quinto fue aún mayor. Mucho me temo que para
ver otra vez así a José María tendrá que ser con un toro que se lo ponga a
huevo, como ese gran Victoriano en Madrid. Pero sería injusto no cantarle el gran hito marcado el 1 de junio de 2016 en Madrid.
A huevo se lo
pusieron a López Simón desde el palco presidencial. Julio Martínez, el presidente
bipolar, premió con dos orejas una labor correcta del de Barajas con el tercero
pero que para nada llegó a cotas para semejante regalo. Y en justo decir que
Alberto sacó buenos pasajes con la diestra pero que al nudo del trasteo le
faltó mucha mano izquierda y pasajes de esos donde se puede rescatar el verbo “torear”.
Sabedor del regalo, López Simón quiso justificarse con el sexto, en una labor
sincera sin demasiado eco, porque levantarlo después de la resurrección de
Manzanares era casi imposible.
Aunque el
torero no quiera verlo, Sebastián Castella sabe, que su feria, que su temporada
en general está siendo muy cutre. Tan cutre que no ha sido capaz de hacer nada
en cuatro tarde en San Isidro. Tanta comodidad y el tener la temporada hecha
desde enero, han llevado a un torero que es capaz de dar mucho más, a que
aburra a diestro y siniestro. Tiene que pasar hambre otra vez el gallo, para
cantar con fuerza otra vez.
Siendo una
corrida a la que le faltó algo de chispa y empuje, los toros de Cuadri dejaron
posibilidades de triunfo que los toreros no supieron aprovechar.
Que no me
venga nadie ahora a decir que si lo de Cuadri no vale, que si el peso y grandes
excusas sin decirme que a Rubén Pinar se le escapó un lote de Puerta Grande en
Madrid.
Y sin estar
mal el torero de Tobarra, si faltó ese paso más y esa garra. Pasar los límites
de la corrección para llegar al triunfo.
Alberto
Aguilar con el lote menos agradecido pasó de puntillas y Encabo, al que
respeto, debe decir adiós a la profesión con la cabeza alta por lo conseguido anteriormente.
Pero el torero debe ser consciente de que su tiempo ya pasó y que en el
banquillo hay infinidad de toreros con más tino y mejor forma esperando una
oportunidad que él les quito en una feria que debe ser escaparate de libros
nuevos y no de segunda mano.
Si hablamos
de retiradas, la paupérrima actuación de Uceda Leal con la corrida de Victorino
Martín debió estar acompañada del corte de coleta del torero. Es una pena que
la clase de este torero y valor de ataño se haya convertido en desconfianza y
desgana. Un torero elige ser torero para enfrentarse al toro y el público paga
una entrada para verlo enfrentarse a él. Un torero se debe al público. Lo de
coger la espada y ni intentarlo en una feria con tantas ausencias
injustificadas sólo tiene un nombre. La bronca la escucharon hasta los osos de
la Antártida.
Miguel
Abellán quiso pero no apostó. Y lo digo porque sus intenciones fueron buenas
pero su ajuste y confianza delante de los Victorinos no fue así. Se le fue un
lote de triunfo en Madrid. Un segundo con un pitón izquierdo que iba pidiendo
toreo ajustado grande y un quinto que fue un toro bravo, algo medido de fuerza,
que embistió franco por los dos pitones. Un torero puede querer, pero no sólo
vale con querer. Hay que alinear, la cabeza, la confianza, el cuerpo y la
muñeca. Y eso en esta feria lo han conseguido pocos toreros.
El tercero de
Victorino “Garrochista” de nombre se arrancó con alegría al caballo y dio un
juego extraordinario en la muleta. En los primero compases de faena, pareció
que El Cid, el hombre con más suerte en los sorteos de la historia de la
tauromaquia, se reencontraría con su mano izquierda. Pero no fue así. El conjunto
quedó en medias tintas. El torero se conformó con un toro que pedía más. Más ganas,
más juventud, más hambre. El año que viene la empresa Taurodelta deberá elegir
mejor quienes deben torear estas ganaderías. Si seguir por la fila acomodada y
que viene ya de vuelta o apostar por toreros que están deseando pegar un bocado
al triunfo.
Hoy acabamos
con Miura y ojalá la corrida salga buena y además tenga la suerte de
encontrarse toreros delante. Porque la suerte los toros también la piden.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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