domingo, 5 de junio de 2016

DE BENEFICENCIA A VICTORINO (Madrid, San Isidro 2016, 1,2 y 3 de junio)

Como han podido comprobar estos días, desde el pasado 1 de junio no he colgado las crónicas de la feria de San Isidro. Hoy, recién llegado del corazón de Las Ventas, os comento mis impresiones de aficionado que he vivido estos tres días, que van de Beneficencia a Victorino.

Seamos sinceros, si en las casas de apuestas metemos dinero porque Manzanares triunfaría el día de la Beneficencia nos hubiéramos hecho ricos. Y es que en el sentir de la afición estaba la anodina carrera y bajón del torero de Alicante al que un toro de Victoriano del Rio le dijo eso que le dijo Jesús a Lázaro. Ese “Levántate y anda” del mesías, se convirtió en ese “Ajústese y toree” que el toro “Dalia” de Victoriano del Río pareció decirle a José María desde que salió por chiqueros.

Poco se habla del recibo de capote. Para mí, magistral recibo de capa, templado, suave, encajado y llegando a los límites de la expresión. Un recibo más Manzanares que nunca.

En la muleta la apoteosis por naturales. Tres tandas, tres, que entran en la historia de la tauromaquia. Tres tandas donde el torero, de una vez por todas encajado y ajustado, puso de acuerdo a todo el sentir por la tauromaquia de Madrid. Tres tandas en las que la belleza del humano por fin fue belleza del toreo. Y ante semejante embestida humillada del toro y pincel por muleta manejada con muñeca de oro hasta el siete se rindió.

Es verdad que por la derecha la faena bajó el tono de ajuste y emotividad y que la estocada, de buena factura y siempre con el tono cañón de Manzanares produjo derrame en el toro, pero las orejas eran indiscutibles. Lo vivido era la rica agua de toreo a borbotones en tiempos de tormentas de arena de mantazos sin discreción.

Es justo decir, que con su primero del lote, Manzanares estuvo perdido. Tan perdido que la sorpresa por lo que pasó con el quinto fue aún mayor. Mucho me temo que para ver otra vez así a José María tendrá que ser con un toro que se lo ponga a huevo, como ese gran Victoriano en Madrid. Pero sería injusto no cantarle el gran hito marcado el 1 de junio de 2016 en Madrid. 

A huevo se lo pusieron a López Simón desde el palco presidencial. Julio Martínez, el presidente bipolar, premió con dos orejas una labor correcta del de Barajas con el tercero pero que para nada llegó a cotas para semejante regalo. Y en justo decir que Alberto sacó buenos pasajes con la diestra pero que al nudo del trasteo le faltó mucha mano izquierda y pasajes de esos donde se puede rescatar el verbo “torear”. Sabedor del regalo, López Simón quiso justificarse con el sexto, en una labor sincera sin demasiado eco, porque levantarlo después de la resurrección de Manzanares era casi imposible.

Aunque el torero no quiera verlo, Sebastián Castella sabe, que su feria, que su temporada en general está siendo muy cutre. Tan cutre que no ha sido capaz de hacer nada en cuatro tarde en San Isidro. Tanta comodidad y el tener la temporada hecha desde enero, han llevado a un torero que es capaz de dar mucho más, a que aburra a diestro y siniestro. Tiene que pasar hambre otra vez el gallo, para cantar con fuerza otra vez.

Siendo una corrida a la que le faltó algo de chispa y empuje, los toros de Cuadri dejaron posibilidades de triunfo que los toreros no supieron aprovechar.

Que no me venga nadie ahora a decir que si lo de Cuadri no vale, que si el peso y grandes excusas sin decirme que a Rubén Pinar se le escapó un lote de Puerta Grande en Madrid.

Y sin estar mal el torero de Tobarra, si faltó ese paso más y esa garra. Pasar los límites de la corrección para llegar al triunfo.

Alberto Aguilar con el lote menos agradecido pasó de puntillas y Encabo, al que respeto, debe decir adiós a la profesión con la cabeza alta por lo conseguido anteriormente. Pero el torero debe ser consciente de que su tiempo ya pasó y que en el banquillo hay infinidad de toreros con más tino y mejor forma esperando una oportunidad que él les quito en una feria que debe ser escaparate de libros nuevos y no de segunda mano.

Si hablamos de retiradas, la paupérrima actuación de Uceda Leal con la corrida de Victorino Martín debió estar acompañada del corte de coleta del torero. Es una pena que la clase de este torero y valor de ataño se haya convertido en desconfianza y desgana. Un torero elige ser torero para enfrentarse al toro y el público paga una entrada para verlo enfrentarse a él. Un torero se debe al público. Lo de coger la espada y ni intentarlo en una feria con tantas ausencias injustificadas sólo tiene un nombre. La bronca la escucharon hasta los osos de la Antártida.

Miguel Abellán quiso pero no apostó. Y lo digo porque sus intenciones fueron buenas pero su ajuste y confianza delante de los Victorinos no fue así. Se le fue un lote de triunfo en Madrid. Un segundo con un pitón izquierdo que iba pidiendo toreo ajustado grande y un quinto que fue un toro bravo, algo medido de fuerza, que embistió franco por los dos pitones. Un torero puede querer, pero no sólo vale con querer. Hay que alinear, la cabeza, la confianza, el cuerpo y la muñeca. Y eso en esta feria lo han conseguido pocos toreros.

El tercero de Victorino “Garrochista” de nombre se arrancó con alegría al caballo y dio un juego extraordinario en la muleta. En los primero compases de faena, pareció que El Cid, el hombre con más suerte en los sorteos de la historia de la tauromaquia, se reencontraría con su mano izquierda. Pero no fue así. El conjunto quedó en medias tintas. El torero se conformó con un toro que pedía más. Más ganas, más juventud, más hambre. El año que viene la empresa Taurodelta deberá elegir mejor quienes deben torear estas ganaderías. Si seguir por la fila acomodada y que viene ya de vuelta o apostar por toreros que están deseando pegar un bocado al triunfo.

Hoy acabamos con Miura y ojalá la corrida salga buena y además tenga la suerte de encontrarse toreros delante. Porque la suerte los toros también la piden.

Fran Pérez @frantrapiotoros

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