Que entereza.
Después de ver lo que vio, de sentir tan cerca la tragedia, la casualidad. De sentir
el drama y el grito desgarrador del amor que se va. Tuvo la entereza de subirse
a un coche de cuadrillas y viajar a Pamplona a torear.
Sólo por eso, Curro Díaz
merece el reconocimiento de todos. Una cosa fuera del alcance de muchos,
tragarse el dolor, la imagen y el desconsuelo e ir a ver a los mozos a saltar
sin ser conscientes del daño que se lleva dentro.
Una entereza
de premio. Luego, las intenciones buenas se convirtieron en certezas palpables
de lo sufrido. Pero qué más da, cuando el alma va tocada, cuando todo va por él
y cuando el gesto es dignificar una profesión que de teatro no entiende y si de
momentos de alegría cortados a veces con casualidades que no tienen remedio,
que sacan la lágrima, que hieren, que duelen, que arañan, que matan.
Mi mismo
reconocimiento para Morenito de Aranda. Cuando un torero llora, se escribe
historia, aunque esta jamás hubiéramos querido contarla.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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