Hay puntales
que sostienen ilusiones. Pilares infranqueables que sujetan vidas. Y en cada
vida, un motivo para no dejar caer los puntales, por mucho que a veces, otras
vidas se empeñen en que tú caigas.
Paco Ureña
ayer en Almería, aferró su ilusión a sus piernas. Una vida que gira en torno al
toro. Y es el toro el que marca sus piernas. El que le pisa los pies y se los
destroza. Pero en cada pisada, su motivo, el amor por el toro, lo hace más grande, más fuerte, más agarrado a
él. Y aunque otros desde la sombra se empeñen en ponerle la zancadilla, sus
piernas de la verdad son capaces de saltar la envidia más rastrera.
Paco toreó a
un toro complicado de Núñez del Tarifa como si fuera bueno. Y de ahí saltó esa
chispa que hace sacar una entrada en la taquilla. La emoción brotó y salimos
encantados de la plaza. Su firmeza se convirtió en la certeza. Los que lo
vieron repetirán para verlo otra vez.
La ilusión de
Paco. La verdad de los toreros como él, hace más grande la fiesta. Y la fiesta
necesita de puntales fuertes para no caer.
Paradójicamente,
Ureña también lleva una lucha escondida. Una lucha para volver a torear donde
sembró su semilla de aficionado y donde formó su mente para ponerse delante de
un toro. Cada cite, cada natural, cada tanda con expresión, cada crujir de
cintura, cada pase de pecho hasta el final, cada arrimón, cada gesto, cada
estocada; son un andamio imaginario que fuerza para que sea real. Y que el
pensamiento refuerce pilares, enluzca muros y pinte barreras. Que lo monetario
no le pueda al corazón, ni lo político a la razón. Ver torear a Ureña te pone también
ese chute en vena, el ver toros, otra vez, en Sutullena.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
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