La polémica está
servida. Ayer lunes, la empresa de la plaza de toros Monumental de México,
anunció los precios de las corridas de toros de la Temporada Grande 2016-2017
que comenzará el próximo sábado 12 de noviembre.
Este anunció
ha caído como un jarro de agua fría entre la afición porque los precios han
aumentado considerablemente de la anterior temporada a esta.
Rafael Herrerías,
anterior empresario de “la México” dejó el boleto más caro, la barrera de
sombra, en 960 pesos, que al cambio en euros son 46,61. Los nuevos gestores,
con Alberto Bailleres al frente, este año fijan la entrada más cara en 1390
pesos, que al cambio en euros son 67,49. Eso supone una subida de algo más de
20€ por entrada, que le ha supuesto a la nueva empresa una lluvia de críticas,
que en nada le favorece para levantar una plaza que necesita de “todos” para
poder presentar ese lleno deseado y necesario que la fiesta necesita en esa
monumental plaza.
Estamos convirtiendo
la fiesta de los toros, la fiesta del pueblo universal en una fiesta de “pijos”
con ropa de marca y gomina hasta las cejas. Hemos pasado de un espectáculo democrático,
donde cogían todos independientemente de su clase social a una dictadura de
palmeros con cartera llena que suben las acciones del perfume y de la grasa de
ballena, que se creen que saben de toros pero no saben ni los años que tiene la
plaza de su pueblo y que se fijan más en el vaso que en el ruedo.
Pero lo que
pasa en México lo sabemos bien en España. Ojalá que allí, aunque lo dudo, el incremento
del 40% en el precio de las entradas sirva para darle más verdad a un espectáculo en el que últimamente brillaba
por su ausencia en favor del serrucho y la corrupción de algunos funcionarios de
la delegación.
Aquí, en
España, vemos ferias con precios astronómicos que no equivalen a lo que se ve
en el ruedo. Es más, en muchas plazas de segunda categoría lo que vale una
barrera en la México es lo que vale una entrada de tendido alto de sol y sombra.
El serrucho también reina y el compadreo está a la orden del día.
Al menos en
México se quejan y lo dicen. Sin embargo, por las plazas españolas reina el
silencio, se extiende cada vez más el cemento y se extermina la afición a pasos
agigantados.
Parece, que
es ya lo de menos que cuatro pelanas y cinco niñas con el pelo de los fraggle
rock te digan asesino en la puerta de una plaza de toros. Lo peor, es que
dentro de ellas se rían de ti, sin que tú lo sepas.
Fran Pérez
@frantrapiotoros
Estoy de acuerdo contigo. En la plaza más grande del mundo, y que cuesta tanto cubrir el cemento, se debería cuidar al aficionado. Cuidando el coste de su entrada, mimando la presentación de los toros (vergonzosa de manera habitual), y anunciando los mejores toreros. Toro, torero y aficionado. o los tres, o la decadencia.
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